Mis vacaciones de este año en Chile han sido intensas es todos sus aspectos, pero en este modesto rincón dedicado a la cocina me voy a referir sólo a los aspectos gastronómicos.
He descubierto en Chile que don Pablo Neruda , además de escribir acerca del amor, también hizo poesía de la cocina: buena muestra de ello son sus odas al tomate, a la cebolla, a la alcachofa, al vino y al caldillo de congrio (plato tradicional chileno cuya receta nos ha legado el gran poeta a ritmo de verso).
Por ello, dado que un grande de la literatura ya ha hecho poesía gastronómica, yo me quiero limitar en estas líneas a hacer un poquito de prosa.
Y ciertamente en Chile, "todo estuvo rebueno"; gracias a mis queridos amigos, la familia Pizarro Rodriguez, he tenido la fortuna de haber podido degustar una gran cantidad de platos tradicionales chilenos: la empanada chilena auténtica (con su rodajita de huevo cocido y su aceituna negra con hueso), el pebre, la cazuela de vacuno, el congrio rosado, la carbonada, la humita, el pastel de choclo (de maíz), el pastel de papas, otro pastel, creo que era de cangrejo (no me acuerdo del nombre), los asados (por Dios, por Dios que carne), la leche asada, el manjar, los alfajores, los celestinos, la albacora (nuestro pez espada), el vino, el pisco sour, la chorrillana, el completo a la italiana; y seguro que alguno más del que me estoy olvidando.
Soy de la opinión de que la cocina es vida y de que, por ello, hay que cocinar mucho; y en la cocina de mis amigos , durante quince días, sus fogones y cacerolas han estado a pleno rendimiento, siempre con color chileno, con algún que otro retazo español (hicimos unas palmeritas de chocolate, croquetas, torrijas y patatas a la riojana, por eso de la nostalgia de la patria)
Por todo ello, no puedo más que agradecer a los Pizarro Rodríguez el haberme permitido volver a España con la maleta llena de aromas, olores y sabores y unas cuantas nuevas recetas en mi cuaderno.
Como conclusión, la lista de los mejores momentos culinarios:
1.- Esa empanada chilena auténtica, degustada recién salida del horno, calentita, camino del Cajón del Maipu.
2.- Ese completo italiano compartido con Javier en el bar "Dominó": calórico pero inolvidable.
3.- Dimos a probar una torrija a un vecino de mis amigos, español: su cara cuando se llevó la torrija a la boca, como la de Santa Teresa, en uno de sus momentos de éxtasis, no tuvo precio
4.- La cena compartida con una familia chilena que celebraba una primera comunión, seguida de las canciones de Pitingo y Alejandro Sanz
5.- El pisco sour preparado por Coca y ese momento "aperitivo de chicas" con el pisco, patatitas fritas y unas cuantas risas y confidencias.
6.- Los comentarios de Dani acerca del manjar y los alfajores.
7.- La clase de cocina con Miguelina, que me enseñó a preparar su receta de postre a las tres leches.
8.- Las patatas a la "criollana" (las riojanas de toda la vida hechas con chorizo criollo) preparadas al alimón con Javier en olla de barro chilena y de las que dimos buena cuenta en la cena, con un par.
9.- El vino Tarapacá, reserva, uva merlot
10.- El último, no por ello el menos importante, pero sí el más tierno: la tarde en la que Andrés el hijo menor de la familia, seis años, se presenta en la cocina con un libro de recetas de cocina para niños y me dice: "Elena, que te traigo este libro para que te lo leas y que después cocinemos una receta juntos"; para comérselo.
Dejo unas fotos muestra de lo que os acabo de contar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario